A pesar de que hace unos meses la candidatura del presidente Santos parecía imbatible, terminó con un escaso 25% de los votos válidos, detrás de la de Oscar Iván Zuluaga, que roza el 30% y se benefició de una dinámica favorable en las últimas semanas de la campaña. Detrás de los dos favoritos, Martha Lucía Ramírez y Clara López obtienen un buen resultado con 15% cada una, lo que muestra el efecto limitado de la polarización que se manifestó durante los debates. Finalmente, Enrique Peñalosa obtiene un decepcionante 8%, justo por encima del voto blanco que marca 6% (lo que, como se podía esperar, está muy por debajo de lo que indicaban las encuestas hace unas semanas, pero de todos modos, claramente encima del nivel histórico).
La clave de este escrutinio es en realidad la abstención, que llegó a un nivel de 60%, muy por encima de los 51,4% de la primera vuelta de 2010. Este dato matiza un poco el buen desempeño de Zuluaga, Ramírez y López, y refuerza la sensación de derrota en los casos de Santos y Peñalosa, que habían iniciado la campaña con ventaja. La primera pregunta que surge por lo tanto en el análisis de este evento electoral es: ¿por qué tanta abstención?
La apatía de los electores
Una mirada al mapa de la participación electoral en esta primera vuelta nos proporciona evidencias acerca de este inusual nivel de abstención.
En este mapa, cuanto más oscuro el color del municipio, mayor la participación electoral registrada el 25 de mayo. Como podemos apreciar, la participación se concentró en la cordillera oriental y el piedemonte llanero, así como en el eje cafetero y el centro y sur de Antioquia. A la inversa, la abstención fue muy fuerte en la Amazonía y Orinoquía, en el valle del rio Magdalena, en la mayor parte de Antioquia, en las dos costas y en San Andrés y Providencia. Esta configuración de la participación explica en buena medida el orden de llegada de los dos candidatos más votados, en la medida en que, como lo vimos en las legislativas, el Centro Democrático concentra sus apoyos en el centro del país, que más participó, mientras la Unidad Nacional era fuerte en las dos costas, que se abstuvieron mucho. Esta configuración de la participación suscitó desde la noche de la primera vuelta una interpretación para la derrota de Santos: las maquinarias costeñas le habrían fallado.
No obstante, como lo mostró Camilo Vargas en el pasado informe del OPE, esta configuración diferente de la participación entre las legislativas y las presidenciales es un rasgo estructural, que no tiene nada excepcional: las costas tienden a participar más en las legislativas, y el centro del país, en particular la cordillera oriental, en las presidenciales.
La participación de 2010 a 2014
Por tanto, es importante mirar con mayor atención el dato de la participación, distinguiendo lo excepcional de lo habitual. Para esto, presentamos a continuación un mapa de las diferencias de participación entre la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2010 y 2014.
En este mapa, cuanto más oscuro el matiz de azul con el cual se colorea el municipio, mayor la baja de la participación de 2010 a 2014. Es decir, los municipios de azul oscuro son los más responsables de la caída de la participación en la presente oportunidad. Si la costa Caribe está bien representada entre ellos, no es el caso de la costa Pacífica. Además y sobre todo, los municipios que registran mayor variación de la abstención se ubican ante todo en la cordillera oriental, que lejos de ser bastión del santismo, es más bien afín al Centro Democrático.
Las grandes ciudades figuran también entre los municipios en los cuales la participación bajó más que a nivel nacional, tanto en la costa como en el interior del país. Todo esto sugiere que los electores que suelen votar en este tipo de elección y que no lo hicieron en esta oportunidad no son necesariamente los electores costeños, que suelen tener un comportamiento abstencionista marcado en todas las elecciones presidenciales. Se trata más bien de los electores urbanos y de la cordillera oriental, es decir, de los que suelen movilizarse más para las presidenciales. De este modo, las explicaciones que culpan la apatía general o los políticos que no movilizaron la “maquinaria” a favor de tal o cual son correctas, pero no son suficientes. Este 10% de electores que perdimos en esta oportunidad parecen responder a una oferta política coyuntural que no fue percibida como suficientemente movilizadora, sea por las personalidades o trayectoria de los candidatos, sea por la mala calidad de los debates y de las propuestas, o por el rechazo que provocaron los escándalos y las acusaciones que salpicaron las campañas.
Otro dato importante es que, a la inversa de la tendencia nacional, la participación aumentó entre 2010 y 2014 en cerca de 100 municipios, cuya ubicación resulta bien interesante. Dichos municipios se encuentran en particular en la costa Pacífica, el norte de Antioquia, el sur de Meta y Caquetá, en Arauca, y en la Amazonía y Orinoquía. En definitiva, unos conocimientos someros de las dinámicas del conflicto interno nos indican que se trata de zonas que han sido muy afectadas por el mismo. De este modo, parece que dichos municipios aprovecharon la tregua propuesta por la guerrilla para ir a las urnas en proporción mayor de lo habitual, y comprobaremos en un estudio posterior que han sido sensibles al tema de la paz.
El contraste es diciente: la polarización de la campaña alrededor del tema de la paz sí logró movilizar a unos electores directamente afectados por el conflicto, que no suelen votar. En cambio, provocó la apatía de electores del centro del país, que suelen votar, pero tienen probablemente otras prioridades. Dado que los primeros están en zonas menos pobladas del país, y los segundos en las regiones demográficamente más densas, se entiende el cambio en las cifras de participación.
Esta mirada a la participación nos deja unas importantes enseñanzas para la segunda vuelta. Si los candidatos quieren movilizar los abstencionistas, tienen que dirigirse en prioridad al electorado urbano y del centro del país, y no esperar mucho de la movilización inducida por políticos regionales, que no cuentan tanto en este tipo de elección. Por otra parte, el discurso de los dos contendores augura que las negociaciones de paz seguirán en el centro del debate. Sin embargo, este tema no parece el más adecuado para movilizar los abstencionistas de la primera vuelta. Juan Manuel Santos en particular, quien sale en desventaja de esta primera vuelta, necesitará convencer sobre otros temas, o lograr que la idea de la paz se traduzca en perspectivas positivas y concretas para mucha gente del centro del país que parece percibir el tema como demasiado lejano. Si no lo logra, Oscar Iván Zuluaga, quien no necesita tanto movilizar los abstencionistas, y que seguirá beneficiándose de las inquietudes que suscita el proceso de La Habana en el centro del país y las ciudades, saldrá favorecido.