
Autor: Yann Basset
¿Son machistas los electores?
El tema de la cuota de género, la paridad, y en general, de la representación de las mujeres en política está muy estudiado. En general, parte de un diagnóstico sobre el porcentaje de mujeres electas en los Congresos, que, en Colombia, es de 21,7%. Esta cifra no es motivo de orgullo en términos comparativos, aun si ha venido creciendo lentamente. Además de los obstáculos estructurales que encuentran las mujeres para participar en política, como el desafío de conciliar esta actividad con la vida familiar y profesional, ellas sufren los efectos de un modo de elección que favorece los caciques tradicionales en las regiones: el proporcional con voto preferente. Aun si existe algunas “cacicas” mujeres, ellas son la excepción (y sin embargo, son una parte importante de la representación femenina como vamos a ver).
Por lo demás, aunque se ha venido adoptando cuotas de inclusión de mujeres en las listas de candidatos, estos mecanismos tienen una eficacia muy limitada por el voto preferente. Desde este punto de vista, el hecho de que se haya hundida la lista cerrada en el debate de la reforma política el año pasado no anuncia perspectivas muy alentadoras para las mujeres en el futuro.
Ahora bien, para tener una visión completa de la representación femenina, uno puede darle la vuelta a la visión habitual y tratar de mirarla desde la demanda en vez de la oferta. Es decir, en vez de preguntarse por los éxitos y limitaciones de las candidatas, podemos estudiar qué tanto los electores votan por mujeres.
Si hacemos este ejercicio para los resultados de las elecciones al senado, la perspectiva es mucho más preocupante para las mujeres. Menos de 15% de los electores votaron por una mujer, contra 67% para un hombre. Eso implica que no sólo hay pocas electas mujeres, sino que, además, tienden a lograr sus curules con menos votos que sus colegas. La senadora más votada, Angélica Lozano, de la Alianza Verde, obtuvo 105.679 votos, lo que representa la décima-tercera posición por número de votos.

Mirándolo en perspectiva territorial, el porcentaje de voto a favor de las mujeres es particularmente fuerte en la parte occidental de la costa Caribe, es decir, en Bolívar, Córdoba, y Sucre, donde tienen sus bastiones las senadoras Nora García, Aida Merlano y Nadia Blel, del partido Conservador, así como Daira Galvis, de Cambio Radical. Los Llanos orientales también se destacan con el voto de Amanda Rocío González, de Centro Democrático, en Casanare y Maritza Martínez, del partido de la U, en el Meta, Guainía y Guaviare.
Finalmente, Quindío se inclinó también por mujeres con Aydée Lizarazo, de MIRA, y Luz Piedad Valencia, del partido Liberal, quien no pudo alcanzar una curul.

Al otro extremo, los departamentos que votaron menos por mujeres fueron Caldas, Cauca y Santander. En Teorama, Norte de Santander, solo 38 electores, menos de 1% de los que depositaron un voto válido, votaron por una mujer, mientras Tiquisio, Bolívar, es el único municipio que se inclinó en más de 60% por las mujeres.
Entonces, ¿Machistas los electores (¡y las electoras!)? Quizás, pero podemos decir en su defensa que, en materia de representación, la oferta suele crear la demanda, y no la inversa, como lo analizaba Schumpeter. Eso significa que la disposición a votar por una mujer depende de la presencia de candidatas localmente conocidas y con posibilidades de ganar. A su vez, eso puede ser difícil en los municipios o departamentos pequeños, en los cuales la competencia es limitada.
Pero paradójicamente, departamentos pequeños como Casanare o Quindío otorgaron un fuerte porcentaje de sus votos a mujeres, mientras Santander no tiene esta excusa. Por lo demás, es dentro de municipios pequeños que el porcentaje de votos hacia las mujeres suele ser mayor. La primera capital departamental desde este punto de vista es Montería, con apenas 34% de los votos para las mujeres. 13% de los bogotanos votaron por una mujer, menos que al nivel nacional.
Estos datos pueden sorprender. El electorado más moderno y educado de los grandes centros urbanos, más susceptible de haberse alejado del machismo tradicional, no parece más inclinado hacia las candidaturas femeninas.
Todo eso no inclina al optimismo, y sugiere que el problema de la representación de las mujeres puede ser aún más preocupante de lo que deja ver el porcentaje de mujeres en el Congreso.
La oposición y los costos de la división
En este contexto, vale la pena preguntarnos que hubiera pasado si la actual oposición hubiera llegado unida en las elecciones del pasado semestre. Mucho se ha especulado sobre lo que hubiera podido pasar en la presidencial, pero poco sobre el Congreso. Sin embargo, es ahí donde las ganancias hubieran sido más obvias y menos sujetas a especulación, gracias a la prima mayoritaria que ofrece nuestro sistema electoral.
En efecto, la combinación de umbrales y sistema proporcional d’Hondt de la reforma política de 2003 ha sido pensada para favorecer las formaciones grandes y penalizar las pequeñas, de modo que, si las listas se hubieran presentado unidas, la oposición pudiera haber ganado unas curules más.
Es lo que muestra la tabla siguiente que recalcula la asignación de curules, circunscripción por circunscripción, con una simulación de lista única de los partidos de la oposición cuando no existió. Para esto, hemos sumado los resultados de las listas de Alianza Verde, el Polo Democrático Alternativo, Decentes, Unión Patriótica, y el Movimiento Alternativo Indígena y Social – MAIS. Dejamos de lado la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común que obtuvo sus curules a través del acuerdo de paz (lo mismo que las curules de Gustavo Petro y Angela María Robledo, que fueron ganadas por otro mecanismo). Sólo se mencionan las circunscripciones cuya asignación de curules hubiera cambiado con una lista única de oposición.
Tabla 1 : Simulación de asignación de curules con una lista de oposición única
Circunscripción | Curules actuales | Curules con lista de oposición unida |
Nacional (Senado) | 17 | 19 |
Bogotá (Cámara) | 7 | 8 |
Cundinamarca (Cámara) | 0 | 1 |
Tolima (Cámara) | 0 | 1 |
Valle (Cámara) | 1 | 2 |
Putumayo (Cámara) | 0 | 1 |
De este modo, y haciendo la hipótesis de que la lista única de la oposición obtendría cada vez la suma de los votos de sus actuales componentes, la oposición hubiera podido obtener 2 Senadores y 5 Representantes más, sólo por aritmética. Si nos fijamos en la distribución actual del voto preferente, es la Alianza Verde que hubiera salido más beneficiada, obteniendo una curul más en el Senado para Jorge Eliécer Guevara, y tres Representantes más: Diego Cancino (Cundinamarca), Terry Hurtado (Valle) y Jorge Arciniegas (Putumayo).
El Polo hubiera sido beneficiado con un Senador, Wilson Arias, y dos Representantes en Bogotá, Sergio Fernández y Alirio Uribe, quien hubiera entrado en lugar del Decente David Racero.
Finalmente, los Decentes hubieran compensado la pérdida de Racero con la obtención de una curul de Representante en Tolima para Gonzalo Parra.
Como se puede apreciar, el costo de la división es elevado para la oposición, sobre todo en las pequeñas circunscripciones de la Cámara en que muchas pequeñas listas desperdician el voto dividiéndolo. Sea dicho de paso, este costo sería aun mayor si se aprueba el proyecto de Senado territorial que se pretende incluir en la reforma política.
Desde luego, unir a los verdes, los del Polo y los petristas en una misma lista puede parecer utópico, pero no hay duda de que sería electoralmente eficaz. Muchas diferencias ideológicas y programáticas caben en unos frentes electorales comunes, y existen maneras de gestionarlas sin pretender hacerlas desaparecer como lo muestra el Frente Amplio uruguayo por ejemplo. Por lo demás, no es tan seguro que las diferencias ideológicas sean mayores dentro de la oposición de hoy que entre los congresistas de partidos como la U, Cambio Radical, o incluso los tradicionales partidos Conservador y Liberal.
De modo que las fuerzas de la oposición tienen como pensarlo, porque para las locales, el mismo tipo de aritmética aplicará en las Asambleas departamentales y Concejos municipales, sobre todo en las grandes urbes. Lo mismo aplica a los cristianos que se presentaron en orden disperso en marzo.
Boletín n.8 : La consulta anti-corrupción y los senadores
El voto único partidista: ¿Una pulsion suicida de la clase política tradicional?
Sin embargo, como suele pasar con todas las reformas políticas, ésta ha sido la ocasión para proponer otros mecanismos, que se han guardado en reserva para ser discutidos en la segunda ronda de debates del Congreso en el próximo semestre. En particular, aprovechando la propuesta de lista cerrada cuyo objetivo es el fortalecimiento de los partidos, se propuso desde varias orillas, ir más allá con los mecanismos siguientes:
• La organización de elecciones simultáneas para presidente, congreso, y eventualmente, las locales (lo que justifica el polémico proyecto de alargar los mandatos de las autoridades locales actuales).
• Que no solo las elecciones fueran simultáneas para todos estos cargos, sino que se elijan a través de un “voto único partidista”. En otras palabras, se usaría una boleta única para elegir a todos estos cargos con un solo voto.
• Que en consecuencias, las cabezas de lista de candidatos a Senado sean los candidatos presidenciales.
• Que en el Senado 70 curules sean elegidas por 8 regiones y 30 por circunscripción nacional. Las regiones, su composición y el número de curules correspondientes serían:
1. Región Caribe: Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magdalena, Sucre y Archipiélago de San Andrés, le corresponderán 15 curules.
2. Región Pacifico: Cauca, Choco, Nariño y Valle del Cauca, le corresponderán 12 curules.
3. Región Capital: Distrito Capital de Bogotá, le corresponderán 11 curules.
4. Región Centro-Oriente: Boyacá, Cundinamarca, Norte de Santander y Santander, le corresponderán 11 curules.
5. Región Antioquia: Antioquia, le corresponderán 9 curules.
6. Región Centro-Sur: Putumayo, Amazonas, Caquetá, Huila y Tolima, le corresponderán 5 curules.
7. Región Eje Cafetero: Caldas, Quindío y Risaralda, le corresponderán 4 curules.
8. Región Llanos: Arauca, Vaupés, Casanare, Guainía, Guaviare, Vichada y Meta, le corresponderán 3 curules.
• Que en el caso de la Cámara, el umbral pase de 50% a 150% de los cuocientes electorales en cada departamento.
La adopción de semejante paquete de medidas implicaría un trastorno profundo de la representación política en el país, cuyas consecuencias son difíciles de evaluar, y que, a todas luces, no fueron pensadas detenidamente por los proponentes.
Empecemos por el final de la lista. Como lo manifestó la Misión de Observación Electoral, la propuesta de subir tan drásticamente el umbral a la Cámara no tiene sentido. El resultado es que, con base en los resultados actuales, muchos departamentos quedarían sin representación porque ningún partido pasaría el umbral, en particular en los departamentos más pequeños. Esta propuesta debe ser descartada de entrada.
El Senado regional es también inconveniente en principio. Se supone que las bases del bicameralismo colombiano radican en un Senado que representa el pluralismo de la opinión nacional mientras la Cámara representa los territorios. Buscar que el Senado también tenga una lógica territorial no solo socava los fundamentos del bicameralismo (si las dos cámaras van a ser territoriales, ¿Para qué dos cámaras?), sino que se logra además en detrimento de la lógica pluralista propia del Senado, castigando a las minorías políticas como lo muestra la proyección que realizamos con base en los resultados de las legislativas de marzo.
Ahí existe una alternativa entre representar las minorías territoriales y las minorías políticas. Lo uno no puede hacerse sino en detrimento de lo otro, y es una de las razones por las cuales existen dos cámaras con lógica de representación distinta. Es aconsejable que se quede así.
Ahora bien, el problema es que con el voto único partidista, el voto de las legislativas de 2018 ya no nos puede servir de referencia.
Con un solo voto para elegir presidente y congreso (dejando de lado las autoridades locales en aras de la simplicidad), los resultados serían con toda seguridad muy distintos a los actuales, y la pregunta que surge es ¿Qué pesará más en la elección de los ciudadanos, el presidente o los congresistas? Si son los congresistas que “halan” sus candidatos presidenciales, los resultados serían parecidos a los de marzo de 2018, y tendríamos un Senado tal como lo proyectamos arriba. Sin embargo, todo indica que no sería así. Pensar en estos términos es cometer el mismo error que la encuestadora Cifras y Conceptos con su polémico “modelo de pronósticos” de la campaña presidencial. No sólo la lógica del voto presidencial es autónoma con respecto a la del voto legislativo, sino que todo indica que es más sólidamente anclada en las preferencias de la mayoría de los electores. Es lo que parece indicar la experiencia internacional en los países en que existe un sistema de voto único partidista como Bolivia. Aun sin voto único, pero con simultaneidad de las elecciones, el caso de México nos muestra que el presidente puede halar una fuerza política sin mayor antecedente en el Congreso como MORENA detrás de López Obrador, a menos que el efecto sea contrarrestado por una fragmentación extrema como en Brasil, donde el partido de Bolsonaro también llegó a ser segundo en tamaño a partir de casi nada, pero con una bancada muy minoritaria. Esto tiene muchas razones: la preeminencia de la figura presidencial en los sistemas institucionales de América Latina, la mayor personalización del voto presidencial que suscita por tanto más amores y odios en el electorado, su mayor cubrimiento mediático, etc. Añaden a eso el hecho de que las listas cerradas debilitarían la lógica de cercanía y el clientelismo al cual apelan hoy en día la mayoría de los congresistas.
De modo que cabe preguntarse cómo sería nuestra proyección con el voto presidencial de mayo de 2018, es decir, con la hipótesis inversa según la cual el voto de los candidatos presidenciales “halaría” el voto de las listas de los congresistas.
Tanto en Senado como en Cámara, las curules quedarían agrupadas en un número reducido de partidos. En Senado se pasaría de 9 partidos representados, a 4 (el Senado regional ayudando a eliminar las minorías como el partido Liberal, que De la Calle no hubiera podido salvar), y en Cámara, de 12 a 4 (manteniendo el umbral a 50% del cuociente ya que como señalamos, un umbral de 150% dejaría muchos departamentos sin representantes).
La coalición presidencial obtendría una corta mayoría en la Cámara (aunque no si añadimos las 5 curules de la FARC), pero la oposición sería mayoritaria al Senado. Los partidos tradicionales desaparecerían, a menos que el partido conservador logre convencer a Duque de integrar sus candidatos en su lista, y le tocaría a la U hacer lo propio con Vargas Lleras.
Evidentemente, esta proyección debe ser tomada con prudencia. La decisión de los electores sería probablemente en un punto intermediario entre los actuales votos legislativos y presidenciales, aunque más cerca, pero no idéntico al segundo. También habría que tomar en cuenta las anticipaciones de los políticos. Más que desaparecer, los partidos tradicionales tratarían probablemente de integrar coaliciones ganadoras detrás de un candidato presidencial con perspectiva, pero quedarían dependientes de su apoyo.
En todo caso, este ejercicio nos sugiere que el voto único partidista y las medidas vinculadas tienen pocas perspectivas de ser aprobadas. Para los actuales congresistas se trataría de un salto al vacío.