Siguiendo con las elecciones en Bogotá, es indudable que la victoria apabullante de Galán en prácticamente la totalidad de puestos de votación, así como la reñida disputa por el segundo lugar, se llevó todos los reflectores. Así, el desempeño del resto de opciones quedó relegado a un segundo plano, a pesar de su potencial para darnos pistas para explicar la derrota de Bolívar o la insatisfacción de parte de la ciudadanía con los tres punteros, manifestada en el voto en blanco y por aquellos candidatos sin posibilidades reales de competir por la Alcaldía.
Lo primero es señalar el peso que tuvo el voto en blanco, el cual se ubicó en cuarto lugar con alrededor de 148 mil marcaciones, casi el 10% por ciento del total de votos de Galán. Al revisar cómo se comportó este voto protesta, o de inconformidad, encontramos que obtuvo su mejor rendimiento hacia el eje sur de la ciudad. Hablamos del sur de San Cristóbal, Usme, el sur de Ciudad Bolívar, algunos puntos de Bosa y la parte más al oeste de Kennedy. De este modo, al revisar el porcentaje promedio por estrato, se encuentra que a medida que este aumenta disminuyó el porcentaje de votos por esta opción del tarjetón. De hecho, el porcentaje promedio por esta opción fue casi 4 veces mayor en el estrato 1 respecto al 6. Esto muestra que los candidatos tuvieron más dificultad a representar los sectores más excluidos de la ciudad.
Un comportamiento similar, aunque en mucha menor escala, está presente en otros candidatos como el General Vargas, Rodrigo Lara, Nicolás Ramos y Rafael Quintero[1]. De este modo, el General pudo obtener sus mejores réditos en ciertos puntos del oriente de San Cristóbal y de Ciudad Bolívar; Lara tuvo su mayor porcentaje de voto al oriente de San Cristóbal, en ciertas zonas del sur de Ciudad Bolívar y el sureste de Bosa;mientras que Ramos tuvo comportamiento similar. Todo lo anterior nos habla de un patrón llamativo, en el que dichos candidatos –que no suman ni 120 mil votos juntos– compartieron una espacialidad similar en tanto sus mejores resultados estuvieron al sur, así como en las zonas al margen occidental de la ciudad.
El que estos candidatos, que se sabía desde antes de las elecciones no iban a competir por los primeros lugares, junto con el voto en blanco, concentran su mayor porcentaje de votos en tales zonas ofrece una clara explicación del por qué Bolívar no pudo superar a Oviedo en la lucha por el segundo lugar. El candidato de la izquierda no fue capaz de retener los votos de las zonas que otrora fueron bastión de su misma tendencia ideológica. En ese orden de ideas, es claro que, a pesar de que Bogotá fue muy importante para la elección de Gustavo Petro y los resultados legislativos del Pacto, los votos no se transfirieron sin más a Bolívar, algo que también le pasó a Hollman Morris en el 2017. Esto último por diversas razones como el cambio de lógica electoral entre lo nacional y lo local, donde pesa más la figura individual del candidato y su visión sobre diferentes temas de ciudad.
Es interesante el hecho de que cerca de 260 mil ciudadanos hayan marcado distancia con las tres opciones con mejores proyecciones en términos de resultados, algo que definitivamente tendrá que ser explorado de cara a próximas elecciones y el planteamiento de futuras campañas con la pretensión de llegar al Palacio Liévano. Dentro de las posibles explicaciones detrás de este descontento, que representa cerca del 8% de votos válidos, pueden estar múltiples temas como la inseguridad y el deseo de aplicar nuevas propuestas para mitigarla. Aquí resaltan puntos como la carrera del General Vargas, los drones de Rodrigo Lara o el uso de inteligencia artificial por parte de Nicolás Ramos[2]. En definitiva, y a pesar de que Galán arrasó en toda la ciudad, hubo un número nada despreciable de ciudadanos que se mantuvo al margen de los candidatos más opcionados y votó consecuentemente con ello.
[1] Al igual que Galán y Oviedo, Molano tuvo mejor rendimiento en los estratos altos. Por su parte, el porcentaje de voto por Robledo fue heterogéneo, aunque muy similar, intra-estrato.
[2] Es cierto que Molano también tenía una narrativa muy marcada de seguridad y “mano dura”, alimentada por haber sido ministro de defensa. No obstante, justamente el haber liderado esta cartera durante el estallido social pudo haber sido, a manera de hipótesis, un gran freno para que tuviera mayor impacto entre la población del sur de la ciudad.