Censo poblacional y censo electoral

Entender las lógicas electorales del país requiere tener presente los conceptos de censo poblacional y censo electoral, sabiendo que el primero se refiere al total de personas que reside en un determinado territorio. Por su parte, el segundo nos indica el número de habitantes que cumplen con los requisitos para ejercer el derecho al sufragio y hacer uso de distintos mecanismos de participación ciudadana, y que están debidamente registrados para hacerlo.

En Colombia, el registro en el censo electoral es automático, lo que significa que cada ciudadano queda incluido inmediatamente a su mayoría, en el momento de tramitar su cédula de ciudadanía. Por tanto, aunque los procedimientos del censo poblacional y del censo electoral son independientes uno del otro, se esperaría encontrar una relación estrecha entre ellos, incluyendo en el segundo a todos los ciudadanos mayores de edad registrados en en el primero, salvo que no gocen del derecho a voto (porque se encuentran privados de sus derechos cívicos por una condena o porque son miembros de las fuerzas armadas, que, en Colombia, no pueden votar).

Así, es de esperar que el censo poblacional sea mayor al electoral. Sin embargo, encontramos casos en los que dicha relación no se cumple o incluso es inversa. Durante las elecciones presidenciales del 2018, fue posible observar cómo la anterior anomalía en el registro electoral sucedió en municipios mayoritariamente ubicados en la Región Andina. El caso en que se presenta el mayor desfase es Puerto Santander, en el departamento del Norte de Santander.

Otro de los municipios que llaman la atención por la marcada disparidad frente al censo es La Victoria, en Boyacá. En este último municipio, el alcalde se encuentra investigado por hacer uso de los recursos públicos para beneficiar al vecino Yacopí (Cundinamarca), con el fin de influir en las elecciones de su municipio. Por su lado, aunque las diferencias en Envigado no son tan amplias como los casos anteriormente mencionados, es un posible ejemplo de cómo la conexión existente entre el área metropolitana y la ciudad correspondiente hace que no sea necesario cambiar el lugar de inscripción de la cédula, así ya no se esté residiendo en el lugar original de inscripción.

En estos casos (color amarillo a rojo sobre el mapa), se supone que el municipio tiene más ciudadanos en edad de votar que de habitantes que el censo pudo encontrar (incluyendo menores de edad). Es decir que, si postulamos que el censo poblacional ha sido bien hecho, el censo electoral del municipio está considerablemente inflado. Esto puede explicarse por:

  • Problemas de depuración del censo, acumulados lo largo del tiempo.
  • Fenómenos migratorios internos. Estos municipios son expulsores de una población que sigue inscrita en ellos, aunque ya no vive ahí. El hecho de que se trate principalmente de pequeños municipios de la cordillera oriental, cercanos a la capital, lo confirma.
  • Los efectos de la trashumancia. Los políticos de estos pueblos organizan inscripciones de unos ciudadanos ajenos al municipio para poder movilizarlos el día de las elecciones locales.  

Ahora bien, durante las elecciones del 2018 también fue posible evidenciar casos que, aunque contrarios a los anteriormente descritos, son anormales porque el censo electoral es muy inferior al censo poblacional. En estos casos, lo más probable es que la población real esté subregistrada, debido a la dificultad de la Registraduría al acceder a ella, pues la geografía y las características propias de estas zonas lo dificultan. Ejemplo de ello son los municipios de Cumarimbo y Mirití-Paraná, en los departamentos de Vichadá y Amazonas respectivamente.  

De la misma manera, puede tratarse de fenómenos migratorios en dirección opuesta a los que se han descrito anteriormente: se trata de municipios receptores de movimientos migratorios, bien sea de una población que sigue inscrita en su lugar de origen, o de extranjeros que no poseen derechos políticos.

En cualquier caso, esta simple comparación muestra que el censo electoral tiene muchos problemas, y que valdría la pena hacer un corte para depurarlo, o hacerlo nuevamente desde cero, como la última vez en 1986. Esto fue un elemento incluido en los acuerdos de La Habana para controlar mejor la trashumancia electoral y para evitar que se eleven artificialmente los umbrales requeridos, al hacer uso de los mecanismos de participación ciudadana. El otro problema es que estamos en mora de controlar mejor los movimientos de población en el censo electoral, con una definición más estricta de la residencia electoral. El gobierno había anunciado al respecto una reforma del código electoral, en la cual valdría la pena incluir el tema.

Partidos, coaliciones y bloques: ¿Quién ganó y quién perdió?

Determinar quiénes son los ganadores y perdedores en una elección local que se juega en 1100 municipios distintos con sus ofertas políticas propias es una tarea que tiene mucho de acto de fe, sobre todo si añadimos a eso el problema de las coaliciones. En análisis pasados, habíamos propuesto un método que consistía en agrupar las candidaturas por “bloque” en función de las afiliaciones de los partidos o de las coaliciones con respecto a la política nacional: mayoría, independiente y oposición. Este método parece el más adecuado para hablar de los resultados a alcaldías, mientras los resultados de los cuerpos colegiales correspondientes, los concejos, serán los más aptos para mostrar la fuerza de los partidos propiamente dichos.

Desde que los resultados de las elecciones del domingo 27 de octubre han empezado a difundirse, se ha comentado la derrota de las fuerzas oficialistas y el progreso de la oposición, y no es para menos: los partidos de la mayoría son derrotadas en casi todas las grandes ciudades, con pocas excepciones como Ibagué y Valledupar. En cambio, la oposición gana en Bogotá, Cúcuta, Manizales y Armenia, más Cali en coalición con independientes.

Pero las grandes ciudades son un poco el árbol que esconde el bosque. Los resultados por bloque a nivel municipal se leen en el mapa siguiente.

Como vemos, aun con su derrota en las grandes ciudades, las fuerzas oficialistas siguen dominando el panorama, sobre todo si les añadimos las coaliciones con los independientes. En número de municipios, la oposición está todavía muy lejos de poder compararse con los partidos de la mayoría. Desde luego, un municipio pequeño no pesa lo mismo que una capital de departamento, y por tanto, un mapa de círculos colorados cuyos diámetros son proporcionales a los electorados de las ciudades pueden ser más adaptados. Permite apreciar mucho mejor el hecho de que la dominación numérica del gobierno se da por su arraigo en los municipios rurales, pero que la oposición o las fuerzas “inclasificables”, es decir, las candidaturas por firmas, dominan en el ámbito de las grandes ciudades.

Para observar la evolución de cada bloque, podemos finalmente observar el gráfico siguiente que nos da detalles importantes.

Si la caída del gobierno en términos de numero de municipios controlados es importante, no se da tanto por una progresión simétrica de la oposición, sino por la multiplicación de las coaliciones entre fuerzas de la mayoría e independientes. Esto se debe en particular a la estrategia nueva de Centro Democrático de abrirse a coaliciones cuando en 2015, había tratado de competir con candidatos propios. Esto confirma también que hay una grande porosidad entre el bloque mayoritario y el bloque independiente (que también pierde alcaldías en provecho de las coaliciones inter-bloques).

La oposición por su parte aumenta su caudal de alcaldías modestamente, pero ahí también aumentan más las alcaldías en coalición con los independientes, que casi no se veían en 2015. Se incrementan incluso los casos de alcaldías controladas por coaliciones “incoherentes”, es decir, que incluyen tanto partidos de la mayoría como de la oposición, aun si se limitan a municipios pequeños. Para las grandes ciudades, es más relevante el numero de alcaldes por firmas, por naturaleza “inclasificables”, como en el caso de Medellín, Cartagena, Bucaramanga y Santa Marta o Montería.

Elecciones locales y fuerzas nacionales: el punto de partida

Los partidos políticos suelen ser considerados como irrelevantes en las elecciones locales. Aunque cumplen un papel importante con el proceso de aval de candidaturas, y de manera no tan visible, como financiadores de campaña en las grandes capitales o los departamentos, su rol en las campañas y la movilización de los electores es muy limitado con pocas excepciones. Más aun, la multiplicación de movimientos por firmas y de coaliciones heteróclitas dificulta considerablemente la tarea de clasificación de las fuerzas políticas en presencia.

No obstante, esta tarea no es tan vana como podría parecer si reparamos en el hecho de que las elecciones locales son la ocasión para las fuerzas políticas nacionales de marcar el terreno para las elecciones nacionales siguientes, en particular para las legislativas. Los mandatarios y representantes locales que se elegirán en octubre podrán ser piezas claves para ayudar a elegir Senadores y Representantes a la Cámara en 2022.

Por lo demás, si la multiplicación de las coaliciones es un obstáculo, para medir las bases locales de cada partido individual, podemos acercarnos al tema a través de los grandes bloques que dibujan el estatuto de la oposición: mayoría, oposición e independientes. De este modo, proponemos a continuación un método para leer “nacionalmente” los resultados locales con base en estos bloques. A la fecha, los partidos registrados nacionalmente en cada bloque son como sigue:

Mayoría Independientes Oposición
Centro Democrático
Partido Conservador
Partido Social de Unidad Nacional
Opción Ciudadana
MIRA
Colombia Justa Libres
Partido Liberal
Cambio Radical
Alianza Social Independiente
Alianza Verde
Polo Democrático Alternativo
Colombia Humana – Unión Patriótica
MAIS
AICO
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común

Ubicamos en estos bloques las coaliciones entre partidos de un mismo bloque. Para clasificar las coaliciones entre partidos de distintos bloques, hemos creado dos bloques intermediarios que serían las bisagras entre mayoría e independientes por un lado, y oposición e independientes por el otro. Finalmente, hemos considerado como “incoherentes” las coaliciones que asocian por lo menos un partido de gobierno y un partido de oposición.

Para este ejercicio, hemos considerado los grupos significativos de ciudadanos, es decir, las candidaturas “por firmas” como fuerzas neutrales que son inclasificables cuando van solas. Cuando hacen coaliciones con partidos, clasificamos la alianza resultante en función de la ubicación de los socios. Si aplicamos este método a la elección de alcaldes de 2015 (lo que es anacrónico en la medida en que los bloques se definieron con respecto al actual gobierno de Ivan Duque en 2018, pero nos permite analizar el punto de partida de cara a las actuales elecciones locales), la repartición de fuerza es la siguiente:

Como vemos, el oficialismo es el bloque que más alcaldías controla, seguido del bloque independiente. La oposición es relativamente marginal en cuanto a control de alcaldías, lo que retrata la debilidad de sus bases locales. Para la oposición, el arraigo local es un desafío importante de estos comicios.

Una enseñanza interesante, es que la cohesión de bloque es bastante grande. Más de 900 de las cerca de 1100 alcaldías son controladas por un partido o coalición que se puede ubicar en la tripartición nacional mayoría-independientes-oposición. De las que no son controladas por un bloque uniforme, la gran mayoría es manejada por coaliciones entre partidos de la mayoría e independientes. En cambio, son apenas 13 las alcaldías controladas por una coalición entre oposición y fuerzas independientes. Esto sugiere que, en realidad, las fuerzas independientes pueden estar más cerca del gobierno que de la oposición, por lo menos en cuanto a sus estrategias electorales.

Finalmente, son apenas 42 las alcaldías controladas por coaliciones “incoherentes”, es decir, que asocian tanto partidos de la mayoría como de la oposición nacional. Esto matiza la idea según la cual las coaliciones se hacen en desorden, sin tomar en cuenta las alineaciones político-ideológicas nacionales. Quedan también 13 alcaldías cuyos alcaldes se eligieron por firmas sin hacer coaliciones con un partido. 

Si miramos estos bloques por porcentaje de votos, la situación se reequilibra levemente:

Como los partidos de la mayoría e independientes suelen ser fuerzas más implantadas en el ámbito rural, y los partidos de oposición, más en el ámbito urbano, la dominación de la mayoría en votos no aparece tan aplastante, y el bloque independiente le pisa los talones. La oposición sigue apareciendo lejos, aunque no tan marginal, lo mismo que los votos para candidatos por firmas sin alianzas, que suelen aparecer en las grandes capitales.

Esto sería por tanto el estado de las fuerzas antes de las elecciones locales de octubre de 2019. Analizaremos la evolución con este método después de los comicios.