Finalmente, Santos logró revertir la tendencia de la primera vuelta para terminar con un buen margen de casi un millón de votos adelante de Oscar Iván Zuluaga. No obstante, esta victoria fue obtenida después de un buen susto en la primera vuelta, y con el refuerzo de muchas fuerzas y personalidades políticas diversas en segunda vuelta que se sumaron a la campaña del presidente-candidato, sea por apoyar la paz, sea por temor a una vuelta del uribismo al poder. Esto plantea la pregunta de quién aportó qué para la reelección del presidente Santos.
La movilización de los abstencionistas y el peso de la costa Caribe
Como lo anticipábamos, la movilización de los abstencionistas fue fundamental. En esta segunda vuelta, llegaron a las urnas 2,5 millones de electores más que en primera vuelta, lo que hizo pasar la tasa de participación de 40,1% a 47,9% y cambió por completo el panorama.
Lo que no podíamos anticipar con base en los antecedentes históricos, fue el peso de la costa Caribe en este auge de la participación, dado que se trata de una región generalmente muy apática en las elecciones presidenciales. La tasa de participación de la costa subió esta vez a 44,1% de los electores inscritos, contra apenas 30% en la primera vuelta, un nivel nunca visto desde la segunda vuelta de 1998. Más aun, la participación costeña estuvo apenas 4 puntos por debajo de la participación nacional, cuando la diferencia no baja habitualmente de 8 puntos.
El mapa de las tasas de variación de la participación entre las dos vueltas nos muestra la importancia del auge de la participación costeña, aunque hay que decir que el sur del país conoció igualmente una fuerte progresión de la participación. Mirando más en detalle, el departamento de Atlántico, es dónde la participación más crece. Ahí, Santos pudo contar con el apoyo del clan Char de Cambio Radical, de Álvaro Ashton del partido Liberal y de los senadores conservadores Roberto Gerlein y Efrain Cepeda, entre otros.
Esto ha generado un principio de polémica sobre el papel de la “maquinaria costeña” en la reelección del presidente. Al respecto, conviene precisar que ni todos los votos de la costa son de “maquinaria”, ni la maquinaria es exclusivamente costeña, aunque es cierto que muchos elementos apuntan hacia la importancia del clientelismo y varias modalidades de inducción al voto en esta región (por ejemplo, el hecho de que la Costa es habitualmente la región que participa más en las legislativas, en las cuales estas prácticas son muy importantes, y menos en las presidenciales). Más allá, aunque la distinción entre maquinaria y voto de opinión es un atajo práctico, es a menudo muy difícil de distinguir empíricamente y de aclarar conceptualmente.
Con todas estas precauciones, el aporte de la costa fue de 983001 electores adicionales entre las dos vueltas, de los cuales 146385 se encuentran en la sola Barranquilla, y la gran mayoría de ellos se inclinaron hacia Santos (aunque Zuluaga tuvo una progresión nada despreciable en las capitales departamentales de la costa). En el caso de esta región, está claro que si bien hubo algo de aporte de la izquierda (Clara López tuvo buenos resultados en Cartagena, Barranquilla y Santa Marta en primera vuelta), Santos está en deuda con la Unidad Nacional y los conservadores santistas, que en buena medida le habían fallado en primera vuelta.
El rol decisivo de la región central: el endose de la izquierda y del voto urbano
No obstante, esto es apenas una parte del cuadro. Si observamos la tasa de progresión del voto de Santos entre las dos vueltas, nos damos cuenta de que el refuerzo salido de la movilización costeña no es necesariamente la principal explicación de la victoria del Presidente.
En realidad, es en las ciudades y el centro del país donde Santos progresa más en términos porcentuales. Esto se explica, en parte, porque en las costas ya estaba muy fuerte en primera vuelta, y por otra parte, porque los candidatos eliminados en primera vuelta habían obtenido sus mejores resultados en las ciudades, lo que dejó allí buenas reservas de votos para la segunda vuelta.
Este mapa enfatiza por lo tanto la segunda fuente de crecimiento de Santos: el endose de los votantes de los candidatos eliminados en primera vuelta y eventualmente del voto en blanco. Esos endoses fueron particularmente importantes en Bogotá y el altiplano Cundi-boyacense, donde Santos logró atraer el voto de izquierda, pero probablemente también una porción consecuente del de Marta Lucía Ramírez; en muchos bastiones de la izquierda como el Catatumbo o Barrancabermeja, en el Valle, donde les había ido bastante bien tanto a Ramírez como a López, y en general, en las grandes ciudades, donde Santos logró atraer más votos que Zuluaga de los tres candidatos eliminados en la primera vuelta.
Al final, Santos aumentó en 4,5 millones de votos entre las dos vueltas. Recibió un millón de votos adicionales de la costa Caribe, pero por sí sola, Bogotá le aportó 900.000. Si le sumamos el aporte de Boyacá y Cundinamarca, Santos obtuvo 1.250.000 votos adicionales en la región central. Por su parte, Cali le aportó 250.000 votos más.
En comparación, Zuluaga ganó un poco más de 500.000 votos en Bogotá entre las dos vueltas, y apenas 100.000 en Cali. Aun en Medellín, bastión del uribismo, Santos logra progresar de 138.000 votos, cuando Zuluaga ganó apenas 177.000 votos adicionales con respecto a la primera vuelta.
Esta segunda fuente de crecimiento electoral de Santos fue, por lo tanto, mucho más decisiva para la victoria, pero es mucho más difícil de atribuir a un sector particular. Se trata de una mezcla de electorado de izquierda y de electorado urbano independiente, entre el cual influyó la dinámica de campaña entre las dos vueltas. Importaron ahí el buen desempeño de Santos en los debates, y los apoyos de Clara López, Antanas Mockus, los Progresistas, y muchos dirigentes del Polo y de la Alianza Verde. En contraste, Zuluaga no pudo aprovechar el apoyo de Marta Lucía Ramírez para imprimir una nueva dinámica a su campaña y convencer a los indecisos. Se quedó con el mismo discurso radicalizado de la primera vuelta, que si bien logró ser eficaz en su momento, terminó constituyendo un obstáculo a la hora de buscar a los indecisos.
De este modo, Santos queda en deuda con muchas personalidades y fuerzas políticas muy diversas que concurrieron a salvarlo después de su mal desempeño en la primera vuelta. Esto deja muchos interrogantes sobre la dirección que imprimirá a su nuevo gobierno, y sobre las reconfiguraciones de fuerzas políticas que eso implicará.